sábado, 23 de septiembre de 2017

PSICOLOGÍA COTIDIANA por Rudy Daini

¿INTELIGENCIA PARENTAL?
Por lo general para determinar la valía de una persona se tiene la costumbre de etiquetarla de acuerdo a su Cociente Intelectual. Sin embargo, esta manera restringida y pobre de concebir el intelecto, ha caído en desuso desde que Howard Gardner presentó su estudio sobre las Inteligencias Múltiples. El ser humano dispone de diversas habilidades mentales que son independientes entre sí y que constituyen sus fortalezas. Gardner nos habla de ocho distintas habilidades mentales: Inteligencia Lingüística (facilidad con la que escribimos y comprendemos lo que dicen los demás), Inteligencia Lógico-matemática (facilidad para realizar operaciones mentales relacionadas con un sistema formal), Inteligencia Espacial (habilidad a la hora de recrear y manipular espacios en nuestra imaginación), Inteligencia Musical (facilidad para elaborar y apreciar la música), Inteligencia Corporal (facilidad para conectar con el propio cuerpo), Inteligencia Intrapersonal (facilidad con la que aprendemos a analizar todo aquello que ocurre en nuestra mente), Inteligencia Interpersonal (facilidad de establecer empatía con los demás), Inteligencia Naturalista (facilidad de tener éxito en el uso de los elementos que nos ofrece el entorno, de manera creativa y novedosa).
Más tarde, el psicólogo Daniel Goleman popularizó la Inteligencia Emocional. La definió como todas aquellas habilidades emocionales que influyen decisivamente en nuestra vida diaria. Somos Inteligentes Emocionalmente si tenemos Autoconocimiento Emocional, Autocontrol Emocional, Automotivación, Reconocimiento de Emociones en los demás (empatía) y Relaciones interpersonales o habilidades sociales.
Más recientemente hemos empezado a hablar de la Inteligencia Parental. Cuando no la tenemos bien desarrollada, muchas de las conductas de nuestros hijos logran desbordarnos emocionalmente. Rabietas en lugares públicos, pataletas con las comidas, agresiones entre hermanos o hacia otros niños y rechazo a irse a dormir; son tan sólo algunas de las tantas con las que a menudo nos enfrentamos. Cada vez que aparece este tipo de comportamiento y nosotros los padres intentamos controlarlos y modificarlos, pero fracasamos, no sólo hacemos que el problema persista y se repita una y otra vez, sino que nos sentimos más frustrados por no ser capaces de resolver adecuadamente la situación, y culpables por no saber ejercer apropiadamente el rol paternal que sentimos nos corresponde. Tras cada intento frustrado de solución, toda nuestra “emocionalidad” distorsionada aumenta su presencia y le resta objetividad a los esfuerzos que intentamos una y otra vez. De esta manera y sin percatarnos de ello, los padres pasamos a ser parte activa del “problema”.
Nosotros, los seres humanos, nos olvidamos con frecuencia que llegamos a nuestra existencia con la tarea implícita de preservar la vida y garantizar la continuidad de nuestra especie. Es algo que hemos venido haciendo durante milenios y que nos ha permitido llegar hasta nuestro presente. Es una “fuerza” que se encuentra presente en nuestra programación básica. La llamamos Instintiva cuando nos referimos a la vida de los animales, pero por lo general no la calificamos de esta manera cuando hablamos de seres humanos. Con los años hemos dejado que nuestra cultura (religión, leyes, medicina, educación) se encargue de marcar las pautas de nuestra existencia en todos sus aspectos, de decirnos cómo ver y actuar, en esencia cómo debemos ser, incluso en contra de nuestra propia programación genética. En los últimos años han surgido movimientos que intentan desde diferentes ámbitos rescatar este “instinto parental” inherente a la condición humana. Asociaciones que desean rescatar la importancia del parto respetuoso, de la lactancia materna, una educación más “humanizada”, de alcanzar un mundo más limpio y adecuado para nuestros hijos. Este esfuerzo consciente lo incluimos en lo que denominamos Inteligencia Parental. La relación que sostenemos con nuestros hijos difiere de la que podemos sostener con otras personas. En primer lugar, el interés y el afecto que colocamos en ellos se destaca por encima de cualquier otro, esto debido en gran parte a ese factor “instintivo” al que hemos hecho referencia antes. En segundo término, el número de intercambios emocionales que sostenemos con nuestros hijos desde que los gestamos hasta que logran valerse por sí mismos son muchísimos más que con cualquiera otra persona. Tercero, nuestros hijos con sus comportamientos nos “tocan” muy a menudo nuestra “sombra” como ningún otro ser humano. Entendemos como “sombra” a todos aquellos aspectos inconscientes que hacen parte de nuestra personalidad y que, por no encontrarse adecuadamente resueltos, no tienen acceso a nuestra consciencia.  Nuestros hijos nos “llevan” a “revivir” nuestra propia relación con nuestros padres y la trayectoria de nuestra infancia. A riesgo de que parezca exagerada la expresión, con frecuencia decimos que: “Nuestros hijos han venido al mundo, entre otras cosas, para recordarnos quiénes somos y qué aspectos de nosotros mismos debemos atender y resolver”.
La Inteligencia Parental puede resumirse en la capacidad de hacerse cargo de manera proactiva del proceso de embarazo y parto; en la capacidad de desarrollar destrezas básicas en el cuidado y relación con el hijo (apego positivo) desde que nace hasta que se convierte en autónomo e independiente; en la capacidad de ofrecer los cuidados físicos necesarios de alimentación, higiene, atención de enfermedades y vestido; en la capacidad de reconocer los sentimientos propios y de los hijos de manera objetiva y saber atenderlos adecuadamente; en la capacidad de ser afectuosos; en la capacidad de saber llevar una comunicación adecuada y atender con acierto los problemas que se presentan (rabietas y otras conductas; en la capacidad para distinguir objetividad y “sombra”.
Cada uno de nosotros con una simple reflexión “sabe” o intuye cuando es el momento de generar algún cambio interno y por lo tanto cuando es menester solicitar la ayuda adecuada. Desarrollar nuestra Inteligencia Parental nos permite disponer de todo nuestro potencial y disfrutar plenamente de la vida.

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