PSICOLOGÍA COTIDIANA por Rudy Daini
SOY UN NÁUFRAGO, MI MUJER ME DEJÓ.
UNO y su mujer llevaban mucho tiempo aburridos de la relación. Las fuertes discusiones de los primeros años fueron dejándole el paso al distanciamiento, primero emocional y luego físico, hasta que cada uno se mudó a un dormitorio distinto. Ni el amor de los hijos pudo salvar las diferencias entre ellos porque esta emoción nunca llegó a tener su espacio en la pareja. Molestias, reconcomios, descalificaciones, criticas, cuestionamientos, señalamientos, gestos desaprobatorios, fueron enquistándose cada día más en el alma de ambos, de tal manera que el único propósito de vida que les quedó, fue el atacarse mutuamente.
Un buen día la mujer de UNO se marchó. Cansada de la vida que llevaba y gracias a una buena asesoría, decidió emprender su propio viaje. Optó por saltarse el tema de la reconciliación y empezó a cuidar de las necesidades de su corazón.
UNO, ante el desplante de su mujer, quedó paralizado. La soga que lo mantuvo seguro y atado a la orilla durante todos estos años, de tanto estirarse, finalmente se rompió. Tal como un náufrago en su patera, UNO se encontró de pronto en medio del mar sin referencia alguna y solo, muy solo. Ya no podía ni discutir, ni pelearse con nadie y la desesperación empezó a invadirlo.
Estos momentos son muy difíciles para cualquiera, pero sobre todo para quien, como UNO, ha ejercido un estilo de vida tan limitado y desconectado de sí mismo. Cuando nos permitimos transitar a través de nuestros temores y atendemos a nuestras necesidades insatisfechas más íntimas de afecto y reconocimiento, es cuando realmente estamos preparados para convivir con alguien. Si aprendemos a creer en nosotros mismos y a reconocer el potencial que tenemos, pronto podremos ver en el horizonte una nueva orilla.
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