La primera vez que llegué a Santiago me sorprendió ver personas caminando con naturalidad a altas horas de la noche.
De donde vengo, Caracas, es impensable hacerlo. Siempre de carrera y volteando a todos los lados, con los cristales levantados y seguros puestos, se sale a la calle "encomendado" esperando mantener a raya el "peligro". Este temor a ser una victima de la delincuencia lo hemos interiorizado de tal manera que a pesar de los años que llevo en esta ciudad, para mi es inevitable sentir el acecho de quienes desean aprovecharse de lo ajeno.
Cuando acepté la oportunidad de exponer en la sala de la Fundación Araguaney en el hotel del mismo nombre, me llamó la atención el acceso libre que tiene, y solté la pregunta de quién tiene una exagerada carga de precaución:
- ¿No hay peligro de robo en esta sala? -
Extrañados, como seguramente lo estarían la gran mayoría de quienes habitan esta ciudad, me respondieron con mucho cariño que en casi treinta años de actividades nunca había pasado nada y que el hotel disponía de un sistema de cámaras de vídeo.
Pues bien, la misma noche que terminé de instalar la exposición, alguien se llevó "La Pianista". Tal vez para seguir la "marcha" de la noche, no lo sé aún. Lo cierto es que luego de verificar las grabaciones de las cámaras e identificar a la persona, se procedió a la denuncia de rigor ante las autoridades.
Las últimas noticias son que la persona se encuentra en libertad en espera del juicio, el cuadro, como consecuencia de una memoria diluida, debido al parecer por el desbordado nivel etílico de aquella noche, se encuentra desaparecido en algún sitio de algún parque.
Yo, entre las risas incrédulas de amigos y conocidos, el deseo de que aparezca la pintura, y la inquietud de la presencia de un fantasma que pensaba se había quedado atrás en Venezuela.
Que rabia! También que casualidad ... nada como tener un miedo para que se cumpla
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